Hoy no voy a hablar de canicross, pero también se podría extrapolar allí lo que me ocupa.
He corrido un 10K en San Sebastián de los Reyes y he ido para hacer de liebre a un amigo. El objetivo era bajar de 45 min, y el resultado ha sido un lejano 48:47. La verdad es que elegimos mal el campo de batalla. Un constante sube y baja, con 424 m. de desnivel hacia arriba y otros tantos hacia abajo, muchas curvas muy cerradas que cortaban el ritmo y apenas una tirada larga donde cogerlo. Pero ésta no es la cuestión.
Normalmente voy delante en las carreras, suelo llegar entre los puestos 25 y 30 (curiosamente apenas varia esta posición, con independencia de la gente que participe), mis pulsaciones medias están en torno a 173 y máximas de 180, más o menos. Hoy he ido a 139 de media y 159 de máxima. Realmente ha sido un paseo que me ha permitido ir viendo que atrás también se sufre y si cabe, se sufre más. Hay de todo, gente claramente desentrenada, gente con sobrepeso, gente mayor, pero todos sufren, todos intentan dar lo mejor de sí mismo ese día. Las caras lo decían todo. Cuando vas apretando delante, con el corazón en un puño, piensas que los que te siguen van sobradillos, que participan en la carrera para pasar el rato, pero no. Los que vienen detrás van jodidos y si me apuras, lo pasan peor. Yo acabo habitualmente en 36 minutos un 10K, pero hay gente que pasa 10, 15 y 20 minutos más que yo sufriendo lo suyo.
Desde aquí mi reconocimiento. A partir de ahora, cuando acabe la carrera y sigan llegando corredores después de que me haya cambiado sabré que ellos también lo dan todo.